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La Foire Foraine

La veía, en Place de la Rèpublique, a veces los domingos o los sábados. Y muchos años más tarde, esos personajes funambúlicos, el forzudo que golpeaba con un martillo hasta hacer detonar un artilugio que volaba entre dos columnas, el hombre rodeado de serpientes, la adivina autómata que no sólo movia las cartas con un gesto repetitivo, sino que además respiraba (y eso era lo impresionante) su respiración pausada que le elevaba rítmicamente el pecho como a un ser vivo, todos esos personajesque que compartían la magia y el misterio casi medieval de esos circos ambulantes, me fascinaban. Muchos años más tarde, de nuevo enParis, esa ciudad soñada que es casi como una segunda casa para mi, tuve la oportunidad de conocer el museo de la Foire Foraine. Allí, estaban los mismos personajes, la adivina autómata, la carroza tirada por sementales blancos, el carrousel. Yo, en el interín, los había recreado en mis pinturas, en mi memoria. Volver a encontrarlos, fue como un hallazgo maravilloso.

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